19 marzo 2012

El fútbol y las sensaciones

¿Qué es el fútbol? Podría enunciar todas y cada una de las reglas y estadísticas que tiene el deporte rey en todo el mundo pero me quedaría corto. Me faltarían aspectos por señalar y que forman parte del juego. Es más, estos hechos serían la clave para comprender por qué nos gusta el fútbol. Nosotros no lo amamos porque una falta dentro del área sea penalti, nos gusta todo su conjunto pero hay algo más: el sentimiento, la sensación que nos evoca el que el árbitro pite un penalti, ya sea en contra o a favor de nuestro equipo preferido. Esa es la clave del fútbol. ¿A qué viene esto? A que los últimos días hemos tenido momentos futbolísticos en los que las emociones han estado a flor de piel, Tendré dificultades para expresarlas con palabras, va a ser complicado.

Empezamos con el asombro, una sensación que tuve al ver jugar el otro día al Barcelona contra el Bayer Leverkusen en la Champions. La enorme superioridad que tuvieron Messi y compañía me pareció mágica, parecía que ese equipo era perfecto, invencible, estaba asombrado con todo lo que estaba viendo. No había un fallo, todos los pases eran medidos, los movimientos envidiables, los goles se sucedían y al final fueron siete, pero parecieron pocos. Estaba ante un equipo que superaba a mi experiencia, no había visto ganar de manera tan aplastante en el fútbol profesional. Y encima era la Champions, uno de los torneos de clubes más importantes del mundo si no es el más importante. Parecía un partido de un equipo grande contra los juveniles y pensaba en los juveniles de la Masía, en Masó, en Pepe Palau. Pero ellos no, ellos no recibirían ese baño tan grande que sufrieron los alemanes por la sencilla razón de que en la escuela blaugrana los jugadores se forman para salir y estar ya en la élite. El Bayer quedó tan empequeñecido que mis ojos lo borraron del televisor, no había rival para los de azul y granate. El Barcelona era la perfección, un Dios que se había revelado a unos mortales vendedores de aspirinas. Y esa sensación me gustaba.

No sentí lo mismo, pero quizás sí algo parecido al observar la eliminatoria de Europa League entre Athletic de Bilbao y Manchester United. En los dos partidos pude observar la clara superioridad del equipo vasco frente al todopoderoso rival inglés. Pero no pasaba lo mismo que con el Barça, era distinto. Me sentía parte del Athletic, estaba empatizando con sus jugadores, algo que no había ocurrido ni con los futbolistas de la Unión. Sentía todo el trabajo y todos los kilómetros que el gran Óscar de Marcos llevaba a sus espaldas, sentía la mala leche de Iraizoz al ver entrar el golazo de Rooney por la escuadra, sentía el dolor de Llorente en el partido de vuelta cuando estaba jugando con molestias, sentía algo indescriptible cuando Iraola hizo un jugadón yéndose de dos defensas del United. Incluso sentía cómo mi pierna quería empujar ese balón al fondo de la portería, pero la pierna que lo tenía que empujar, la del lateral rojiblanco erró y ambos nos pusimos la mano en la cara pensando: "esto ya hubiera sido la leche". Todas esas emociones negativas durante el encuentro se eliminaron cuando el árbitro pitó el final. En ese momento me vi obligado a levantarme y aplaudir, aunque nadie me escuchara, y me puse a tararear el himno, que al ser en euskera no me conseguía aprender. No era mi equipo, pero me había alegrado como si lo fuera. Y esa sensación me gustaba. Finalmente pensé en el perdedor, pero le había pasado lo mismo que al Leverkusen y se había empequeñecido demasiado. Solo conseguí una reflexión sobre los ingleses: "ojalá Bielsa esté tanto tiempo en el Athletic como Ferguson ha estado en el United".

Desgraciadamente, no todas las emociones son buenas. Recientemente nos hemos encontrado con la noticia de que Eric Abidal necesita un transplante de hígado. El shock que recibí al enterarme fue enorme, todo el mundo veía al francés perfectamente recuperado. Otra noticia desagradable fue el desvanecimiento del inglés Fabrice Muamba en el partido de la FA Cup entre Bolton y Tottenham. Desde aquí quiero dar ánimos a ambos y expresar mi deseo de una pronta recuperación de ambos, que esas emociones negativas se tornen en buenas sensaciones al verlos sanos y con una vida normal. ¡Anims Abidal! Get well soon, Muamba!