25 octubre 2010

La muerte quiso visitar el Helmántico

El día 8 de este mes hubo en Salamanca una fiesta del futbol que ya he contado. La selección española, campeona del mundo visitaba la ciudad y en el ambiente se respiraba un ambiente de fiesta que no había visto nunca. Pero 16 días después, en el Estadio Helmántico se rozó la tragedia debido al infarto que le dio al jugador de la UDS Miguel García. Y digo se rozó porque gracias a los servicios médicos tanto del Betis como del Salamanca consiguieron que su corazón volviera a latir. Yo estaba allí así que puedo contaroslo todo.



Me podéis decir que este post lo hago porque es de mi equipo de fútbol. Creo que si se hubiera dado en otro equipo probablemente también hubiera escrito sobre eso y el vivirlo en primera persona me da más razones aún para escoger este desgraciado tema del que me quiero olvidar cuánto antes porque es mi peor recuerdo desde que soy aficionado al fútbol.



Miguel no es que fuera santo de mi devoción. Era (y digo era porque ya han dicho que se tiene que retirar) un centrocampista de corte defensivo pero con buen toque de balón con ambas piernas. En teoría era el arquitecto del juego de la Unión, y la Unión no jugaba a nada, por lo que a mí no me terminaba de convencer demasiado. Era uno de los jugadores más veteranos (31 años) de un equipo joven y tenía una gran experiencia en Segunda. Las pruebas decían que no tenía ningún problema a nivel cardíaco, es más, era uno de los mejores del equipo en las pruebas de esfuerzo. Pero le tocó a él. Esperemos que sea el último.



Yo no vi desplomarse a Miguel. Un señor delante de mí exclamó: ¡¡Que Miguel se ha desplomado y se ha caído de morros!! Y ahí empezó la pesadilla. Héctor Yuste fue el primer jugador en darse cuenta y el médico del Betis, que estaba atendiendo a su jugador Beñat, dejo a su futbolista y fue directo a reanimar a Miguel. Se hizo el silencio. Marcos Márquez, su mejor amigo, vio a ver qué le pasaba y empezó a llorar. Su hija había muerto de muerte súbita el año pasado y no quería que le pasara a un compañero. La imagen de Arbilla llorando me ha llegado al alma. Iriney, un centrocampista que yo siempre lo he acusado de violento, mostró también su alma sensible.



La afición del Betis demostró ser una afición de 1ª que es de donde nunca debio bajar el equipo. Cuando los 800 béticos gritaron al unísono el Hala Unión, todo el estadio se puso en pie. No sé si otras aficiones lo hubieran hecho pero el beticismo mostró ayer toda su grandeza. El entrenador Pepe Mel tuvo el detallazo de querer suspender el partido y tener que hacer otra vez el viaje entre Salamanca y Sevilla pero Óscar Cano se negó, quizá sabiendo que el partido lo iban a perder igual. El único pero se lo pongo a Emaná que se puso a hacer bromas con un sombrero al celebrar el tercer gol cuando todos los jugadores unionistas estaban llorando

Cuando ves casos como el de Puerta, el de Jarque, el de Feher o el de Foe nunca crees que le va a pasar a uno de tus jugadores. Pero las posibilidades están ahí y al ver esto te entra miedo en el cuerpo de que te pase a ti. Porque ninguno de nosotros pasa un reconocimiento médico cada temporada. Hay tres o cuatro casos de paros cardíacos en el fútbol profesional mundial cada temporada. Y esa estadística, teniendo en cuenta lo grande que es el fútbol y el mundo te hace confíar. Una confianza que el Helmántico no volverá a tener.

También quiero decir que estoy totalmente en contra de que se pueda expulsar a un médico del terreno de juego. Si un médico es expulsado se pone en peligro a los jugadores. ¿Qué hubiera pasado si el médico de la Unión y el del Betis hubieran sido expulsados previamente? ¿Qué es más importante: la vida de un jugador o la protesta de un miembro del cuerpo técnico? Ya sé que estas expulsiones no suelen ocurrir a menudo pero hay que reducir todo lo que podamos el riesgo a los futbolistas. Y es que, aunque queramos que el de Miguel García sea el último, siempre ocurrirá otra vez

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