21 mayo 2012

Justicia poética

Acabó la final de Champions, los jugadores del Chelsea abrazaban como locos a Drogba. Tendría que estar contento por los vencedores españoles: Torres, Mata y Oriol Romeu. Y sí lo estaba, pero me quedé con sabor agridulce. Siempre me ocurre eso, porque me da pena que acabe una competición con la que tanto disfruto, pero esta vez era distinto. No me gustaba cómo había conseguido el Chelsea su título. Yo soy defensor de todos los estilos de juego que pueden tener los equipos en el campo, pero me parecía completamente despreciable la táctica de Di Matteo de esperarse a que se decidiera todo en los penaltis. Lo que me pareció peor es que el italiano consiguiera su propósito y además, se impusiera en esa lotería que son los penaltis. Tenía una sensación de haber presenciado una enorme injusticia. Injusticias que ya había visto en otros partidos del club inglés como la eliminatoria contra el Benfica y más aún en semifinales contra el Barcelona. En esos encuentros, el Chelsea aplicó la ley Di Matteo: defenderse y dejarlo todo en manos de la fortuna. La cuestión principal es: ¿Es justo ganar los partidos únicamente basándose en la suerte y sin apenas contraatacar? Rotundamente no.

No, no era justo el modo como ganó el Chelsea. Pero también hay que decir que el rival que tenía delante, el Bayern tampoco supo hacer daño a la telaraña de Roberto Di Matteo. Los cracks no aparecieron, ni siquiera en la tanda de penaltis. Incluso fallaron cuando tenían oportunidad de marcar, como en el caso del penalti fallado por Robben en la prórroga. Los alemanes tenían el balón, llegaban pero no tenían ocasiones. Tuvieron más de una quincena de corners y no remataron ninguno. El Chelsea tuvo uno y lo marcó. ¿No es la efectividad de cara a puerta un elemento más a tener en cuenta en el fútbol?

Antes de empezar la final muchos analistas comentaban lo mismo. Lampard, Cech, Terry y Drogba no se podían retirar sin una Champions. Esta era su última oportunidad. Y no la desaprovecharon. Las otras veces que se habían quedado sin conquistar la máxima competición continental habían sido por mala suerte. Primero fue un resbalón inoportuno del propio John Terry en la final de 2008 contra el Manchester United el que evitó que el Chelsea fuera campeón en la tanda de penaltis. Un año más tarde, fue la actuación de Ovrebo y un gol de Iniesta en el descuento los que evitaron la reedición de la final del año anterior, ya que también había accedido a ella el ManU. Ahora, la suerte ha devuelto a esos jugadores, y al Chelsea en general todo lo que le había quitado anteriormente, lo que muestra lo caprichosa que es la suerte en la vida en general y en el fútbol en particular. En este caso, el fútbol no ha sido bueno con el Bayern, pero en otro momento lo será. Y es que la fortuna es una parte muy importante de este deporte, que puede arruinar al mejor equipo y encumbrar al que menos se lo merece. En el Allianz sucedió esto. Fue injusta la derrota del Bayern, ¿pero es que la suerte sirve a la justicia? No. Esto es fútbol, no una película en la que solo ganan los buenos. No hay justicia poética. ¿O tal vez la ha habido con el Chelsea tras todos esos episodios de mala suerte que ha tenido?

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